LA AVENTURA DEL TREN
Subí en la estación de procedencia,
cuyo nombre no quiero recordar,
y omito por razones de conciencia
porque tengo su nombre que ocultar.
Sólo diré que era aún de noche
cuando entré en mi vagón,
y al salir el tren de la estación
una dama gentil subió a mi coche.
Una niña acompañaba a la viajera.
Con tal que la niña se durmiera
una cama de pronto improvisaba.
Cuando la niña muellemente descansaba,
en profundo suelo inocente,
hacia mí miró muy fijamente
y, cómodamente, se quedó sentada.
“Buenos días, señor”, dijo al momento.
“Buenos los tenga usted, señora”.
Poniéndome enseguida muy contento,
pues no esperaba que en aquella hora
entrase en mi coche tal monumento.
Habiendo colocado su equipaje
y aconsejado a la niña que durmiera,
de su bolso sacó una pitillera.
¿Fuma el compañero de viaje?
Acepté complacido el cigarrillo
y al preguntar de dónde procedía,
me miró a la faz como a un chiquillo
y dijo: “Este tabaco es de Turquía”.
Un momento después sonó un silbido,
de otro más intenso precedido,
para arrancar el tren
con un ligero vaivén.
¡Era bonita y hermosa la viajera!
¡Quién pudiera escribir,
para poder describir,
si describir pudiera!
Yo, a la vez, por preguntarle algo:
“Usted, señora, ¿Va muy lejos?”
Y contestó: “Yo voy a Almendralejo”.
“Yo voy más largo”.
En silencio el tiempo transcurría,
mirando los dos a los efluvios
y la espiral que el humo hacía
de aquel selecto cigarrillo rubio.
Y atraído tal vez por su belleza,
o por el frío, echado
de mi sitio salté con ligereza
y me senté a su lado
haciendo elogios de su cuerpo esbelto,
a pesar de que tengo el pelo cano.
Cuando llegué a la estación postrera,
al término feliz de aquel viaje,
descendió del tren la singular viajera
y dijo: “Déme, por favor, el equipaje”.
Accedí gustoso a su mandato
y después de darles las maletas,
y contemplarla un rato,
vi como desaparecía su silueta.
Me dijo adiós con mucha pena.
Y cogiendo del brazo a la chiquilla
perdiéronse las dos en la colmena
que el tren vomitó por ventanilla
Y ésta es sin duda, señores,
la mayor aventura
que he tenido en mi vida.
Fue tan feliz que no se olvida
aunque en mi tumba nazcan
fúnebres flores.
Encinasola 12 abril 1953
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