SILENCIO

En la noche de estrellas, silenciosa,
observadas del Fuerte al Patrás,
corrías sin cesar en busca de la fosa
de la calle del Pozo a la “Portá”.

Sin sentir cansancio para en las esquinas;
su misión no es otra que la de observar.
Hambrienta maúlla la raza felina
y un que otro perro se oye ladrar.

Nada le acobarda ni nada le asusta,
el pueblo recorre dispuesto a explorar,
y a esta consigna se ciñe y ajusta
como buen soldado, bravo militar.

Ya de madrugada, con la luz del día,
en su casa entra para descansar,
y luego, a las doce, lleva la alegría
a Emilio Redondo, con quien va a almorzar.

Bajo la luz mezquina que lanza un quinqué,
en torno a una mesa, siete comensales
se comen un pollo que en los arrabales
al gran Cuatro Vientos requisado fue.

Celebra las glorias del gran luchador,
se oyen los brindis, se alzan las copas,
el veterinario va sirviendo copas
y ríe satisfecho el gran vencedor.

Sigue la algaraza, se escancia el champán,
ausente el peligro se anima el festín.
El poeta pide que le traigan pan
y beben otra copa Benito y Luís.

Tu saliste un día de Barrancos
a luchar por tu Patria con afán,
digno rival del héroe manco,
del gran Astray, mutilado Millán.

¡Cantemos las glorias del gran luchador!
Al héroe marocho loores sin fin.
Contemos hazañas del rey del valor.
Comamos, bebamos y siga el festín.