CLAUSURA DEL BAR DE ADRIÁN

Suena del cohete el estampido,
que va buscando la altura,
es motivo de clausura,
porque Adrián ha cumplido.

Descanso bien merecido
al cabo de tantos años
cosechando desengaños
y sin dinero reunido.

Hizo por la Plaza el paseillo
para la llave entregar,
igual que el alguacilillo.
La corrida va a empezar.

Lo que fue antiguo bar
en este pueblo marocho
se cierra “un dieciocho”
de este otoño sin par.

Era un pequeño museo
de herramientas de labranza,
atributos de matanza
y el sable que usó Mateo.

Aquel candil de molino,
que llamaba la atención
en un despacho de vino,
objeto de admiración
de Antonio y de Celestino.

Ya no existe el cucharón
para dar la vuelta al cliente.
Sobras de consumición
de Braulio, Andrés o Vicente.

Desaparece el cucharro
que auxiliaba al cliente,
mucho mejor que de barro,
y que era descendiente
de las cercas de Cotarro.

Ni la porra del vaquero
que marca la dirección
para la circulación
de propios y forasteros.

Ni los célebres llaveros,
que el verlos era un deleite,
del vinagre o del aceite
y terror de los toreros.

También desapareció
para la paja la horquilla,
que fue orgullo de la villa.

También se evaporó.

¿A donde ha ido a parar
el consabido bastón
por si había que cobrar
al que no quería pagar
o que era un insultón?

Todo desapareció
como en rápido desahucio,
y ya a la historia pasó
como pasó Bonifacio.

Se te pudiera llamar
el bar de la democracia,
en el futuro serás
una clínica o farmacia
para la gente curar.

¡Adiós, taberna famosa
de clientela numerosa!
¡Caíste en la refriega!

Quién fuera Lope de Vega
y hacerte en verso o en prosa
una poesía enjundiosa
que al corazón sólo llega.

Aquí, famoso Adrián,
te pasaste media vida
despachándole bebida
con destreza y con afán
a Sixto y a Julián

Siempre atento al que convida
“pa” poder ganar el pan.
Hoy está triste el poeta,
lleno de melancolía.

Ya llegaste a la meta,
Adrián, sin alegría,
y el autor de esta elegía
¿De qué sirve la peseta?