sábado, 25 de septiembre de 2010

CANTO AL CERDO EN EL DÍA DEL PESO

¡Oh! Cerdo, yo te venero
por ese poder que tienes.
Para despedirte viene
la gente al llegar enero.

Y en esta hermosa mañana,
cuando lanzas tu gruñido
al colgarte en la romana,
nadie te echa en olvido.

En este último día
que pasas en tu guarida
toda la gente reunida
te mira con simpatía.

En torno al peso que das
surge la reposición
y viene la utilidad
que le dejas al patrón.

Y se habla de tu peso
con verdadera ilusión,
máxime si eres castrón
y te destacas por eso.

Tienes poder nutritivo
y tu carne es suculenta,
con la sal y la pimienta
se la disputan los vivos.

Te miman, al ser marrano,
y tu enfermedad auscultan
y se celebran consultas
lo mismo que al ser humano.

Y con qué satisfacción
el amo te ve marchar
y se le oye exclamar
“¡Ocho de reposición!

Creo que es bastante dar”.
Y te colman de alabanzas
en este día, al colgarte,
y luego al sacrificarte,
el día de la matanza.

Tu muerte es una ironía.
Cuando eres sacrificado
reina en casa la alegría
y el suelo sale enlutado
después de haberte quemado
con saña y alevosía.

Cuando eres sacrificado
vas a todos los rincones.
Chorizos y salchichones
van a todos los mercados.

Y no hay manjar exquisito,
en boda o en recepción,
que se compare al jamón
que sale del cochinito.

Y cuando vas a morir
por ti dan un buen dinero.
Tú le ayudas a subir,
al amo o al ganadero,
la odiosa cuesta de enero
sin padecer ni sufrir.

Erguido ante la romana,
como un director de orquesta,
una voz potente y clara
da tu peso la respuesta.

¿Qué tu vida es siempre corta
porque comer es tu lema?
En la vida el fin poco importa,
el caso es pasarla buena.

Hombres con sendas libretas
de tu peso toman nota
para saber las pesetas
que a tu amo le reportas.

Y se oyen claras voces
cuando para la romana
cantando: “12 con 12,
ha pesado la marrana”.

En este adiós a la vida,
como en la ópera el divo,
antes el pavo y el chivo
mueren con tu despedida.

Pues ellos la vida ofrendan
en aras de tu festín,
y aunque tú tienes mal fin
ellos sirven de prevenda
y no te oyen gruñir.

De todo el reino animal
eres lo más codiciado,
y al tenerte que nombrar
siempre sales insultado.

No tienes un solo nombre,
de los que el vulgo te aplica,
que no hiera y mortifica
como mortifica el hombre
cuando se dirige a ti:

Guarro o cerdo ha de llamarte,
marrano o cosa así.
Siempre tiene que insultarte.

A ti te llama cochino
al que has hecho propietario
y al que has hecho millonario
a costa de tu tocino.

Deja ya de ser cochino,
cerdo marrano o lechón,
pues embutido y tocino
valen más que pergaminos
y títulos de barón.

En ti se inspira el poeta
porque eres fuente de vida,
por ti vino la avioneta
tirando el insecticida.

Y si he de serte sincero,
hoy por ti, únicamente,
nos reunimos tanta gente
en la finca el Galapero.

Lo mismo vivo que muerto
eres tú más elegante
que el camello trashumante
que cruza por el desierto.

Y a él lo lleva hasta el gato
en el bolso o en el bolsillo
y te muestran su retrato
al ofrecerte un pitillo

El Bisonte es otra marca
que en los labios femeninos
toda la nación abarca,
pero, en cambio tú, cochino,
no reinas ni en la comarca.

Doite un consejo, amigo,
eleva al cielo la testa
en enérgica protesta
que yo la elevo contigo.

Pido a los grandes prohombres
de la Real Academia
que te supriman los nombres
y curen tu septicemia.

Y creo que tienes derecho
a un nombre más elegante
y moriría satisfecho
si un día lo viera hecho
el poeta de este cante.

Enero 1959

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17 JULIO 2008

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